De la serie de las Meninas que se exhiben ahora mismo en Madrid, la versión de la infanta Margarita de Miguel Betancourt se define naturalista y alegórica a la vez, y así se metaforiza en la imagen de un guayacán florido como centro de un microambiente originario de Ecuador. La estética interpretativa propia del modernismo de Betancourt se indexa en el color vital de un árbol luminoso rodeado de colibríes que liban de las flores.
Incluso, Miguel precisa el origen de esta propuesta estética con el color del barro en el rostro de la figura: un signo de lo indoamericano y que nos permite un reconocimiento étnico puntual y un anclaje inevitable con lo histórico.
Miguel Betancourt ha creado un paralelismo ficcionado en esta obra singular: el de un mundo mágico del guayacán como un mundo de lo real y maravilloso novelado en un objeto contemplativo.

Humberto Montero.

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